En varias ocasiones me he encontrado con opiniones que consideran el relato el hermano pequeño de la novela. Queriendo, no sé, si menospreciar o colocarlo en una categoría inferior. Como lectora creo que a penas he leído completos unos cuatro libros de relatos, entre ellos Nueve Cuentos de J.D. Salinger y, ahora entre manos, uno de Carlos Castán (¿lo conocen? Deberían). No es que me cruce con pocos libros de relatos, si no que se me hace harto difícil encontrar uno que, al menos a mí, me merezca la pena. Si muchas novelas se han quedado a medias porque en sus primeras treinta páginas no han logrado seducirnos, imagínense tener que hacerlo en un relato corto de dos o cuatro páginas a lo sumo. Y dejar el suficiente buen sabor de boca en el autor como para que el autor pase la página y comience el siguiente relato, y así una y otra vez...
No sabría decirles qué me enganchó de estos 'relatos con abrelatas'. Posiblemente, lo que me llamó su atención fue, precisamente, el abrelatas.
Ricardo Guadalupe (Madrid, 1974) tiene una carrera dedicada a la redacción. Hasta 2009, antes de dedicarse a la literatura, como redactor de discursos políticos y de ahí en adelante ha impartido talleres de literatura, formado el grupo de narradores orales Personas-libro de Valencia dentro del proyecto Fahrenheit 451. Ha publicado un ensayo, De la oscuridad a la luz a través de la escritura, el libro de divulgación sobre el lenguaje Palabras literarias (2010), y un libro de aforismos Frases en el muro (2012). El año pasado publicó Relatos con abrelatas que recoge un total de 37 relatos, microcuentos y poemas. El abrelatas, el pequeño texto final que acompaña a cada una de estas obras y que nos cuenta la historia de cada historia. Una breve explicación o apunte sobre qué inspiró la escritura que imprime personalidad al conjunto de la obra. No obstante, un arma de doble filo que puede condicionar la interpretación del lector o interrumpir ese estado de reflexión que vaga por su mente al finalizar la lectura. Bastaría quizá con trasladar estos apuntes al final del libro, y desubicarlos del pie de relato para evitar distracciones o un trago amargo cuando la idea del autor puede parecer más simple que la elucubrada por uno mismo.
Innecesarios en algunas ocasiones como útiles en otras para complementar la curiosidad del que pasa la página. Debieran ser unas breves pinceladas que no difuminen en la mente lo que se acaba de leer y resten protagonismo a la obra en sí. Por ejemplo, en el relato Carrera de obstáculos suficiente con cuatro palabras para dejar constancia' el recuerdo a las víctimas del 11-M'. El exceso de reflexión personal del autor quita espacio y relevancia al contenido literario y dirige el libro hacia un cuaderno de memorias. Y si decía antes que condiciona la interpretación del autor, pongo como ejemplo La casa de Clara. La puntilla del autor echa el cerrojo a cualquier conclusión propia que pueda imaginarse el lector en una historia que da pie a ello y que es, además, el punto fuerte del relato.
Si bien, el libro contiene otras relatos que invito a leer sin pero alguno como El Heredero, El Hacedor, El reloj de la esperanza, Caras en las paredes, Alicia de las estrellas, Un día cualquiera, Memoria Histórica o el microrelato Los miembros.
RELATOS CON ABRELATAS
Ricardo Guadalupe
Octaedro, 2013
100 Págs.
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