Máximo Huerta y María Herreros lo han vuelto a hacer. Si con Paris sera toujours Paris nos trasladaron al París de los años veinte, ahora nos llevan a la dolce vita de Roma. Si París ha sido para Máximo su particular mundo de Oz, Roma es un plató de cine. Y como si de una película se tratara recorremos este libro.
Empezamos el recorrido en el hotel que fue la segunda casa Fellini donde dibujaba los personajes de sus películas. Empieza hablando de cine porque Roma es, prácticamente, un plató de cine. El ladrón de bicicletas, Vittorio de Sica, el neorrealismo italiano…
En Via Veneto reza una placa sobre Federico Fellini, «que hizo de Via Veneto el teatro de la dolce vita». Pero, ¿fue ahí donde nació la dolce vita? Algunos dicen que en 1950 en el Restaurante Rugantino del Trastevere en la fiesta de cumpleaños de Olghina di Robilant, el primer amor del entonces futuro rey de España —ahora, rey emérito—. Una fiesta a la que asistieron gentes de la alta sociedad, playboys, gente del cine, periodistas y fotógrafos. Con todos esos ingredientes sólo faltaba el escándalo en forma de fotografías que inmortalizó Tazio Secchiari, uno de los paparazzo más conocidos de la época. Por supuesto, los paparazzi también tienen su propio capítulo en la Dolce Vita.
Máximo Huerta nos presenta a los protagonistas de esa ciudad-plató, Anita Ekberg, Audrey Hepburn, Sophia Loren, Pavese, Mastroianni, Antonioni, Pasolini y Roberto Cercelletta. Él no llegó a ser protagonista de la gran pantalla o dejar su impronta en el arte. Cercelletta fue quien se llenó los bolsillos con las monedas de la Fontana di Trevi durante 34 años hasta 1999 que prohibieron entrar en la fontana.
María Herreros nos retrata a la belleza italiana: Lucia Bosé, Gina Lollobrigida, Anna Magniani, Claudia Cardinale…
Mismo formato, mismo estilo, misma ilustradora, misma editorial. No sabemos si tendrá continuación, pero Máximo Huerta ha iniciado una serie de especie de guías culturales ilustradas que nos acercan a las épocas más gloriosas o características de grandes ciudades, como hasta el momento París y Roma.
Nada de textos impersonales o esquemáticos. Aquí se transmite el espíritu de la ciudad a través de su narrativa. Transmite emociones, júbilo, entusiasmo. Cuenta con lirismo a veces, y una prosa fluida las anécdotas y curiosidades de la ciudad. No es una guía, pero al mismo tiempo lo es. Es un recorrido ilustrado sobre los años en los que Roma era un plató de cine. Es un libro, o una guía, que te despertará las ganas de volar a Roma.
¡Viva la dolce vita! ¡Viva!
No hay comentarios
Publicar un comentario